Aunque me he visto señalado varias veces por por no haberlo hecho antes debo decir que no lo hago presionado.
Precisamente por eso lo hago cuando me apetece y no inmediatamente después. Al lío
En mi casa, también en mi centro, hay alguien cuyas acciones influyen enormemente en las mías. Solo ésto es suficiente motivo para escribirle algo pero es que además la quiero.
Para que yo pueda hacer cualquier cosa, valga como ejempo escribir ahora, mi compañera debe realizar alguna acción que me permita tener tiempo para ello.
Esas acciones van desde ocuparse del condumio, los niños, recoger, hasta irse a dar una vuelta y dejar la casa tranquila.
Hasta aquí todo parece normal o, al menos, lógico. Si convives y compartes tu vida con alguien y tenéis un par de hijos, es algo habitual trabajar por turnos o el reparto de tareas de forma que a cada uno le quede algo de tiempo libre. Por eso las veces que se hagan cosas juntos no serán la mayoría. Os dejo una frase a modo de ejemplo: ¡Ay!¿Lo haces tú, cariño? Válida en ambas direcciones, por supuesto.
Si trabajas en lo mismo y en el mismo sitio ya es casi imposible realizar algún proyecto juntos. Me refiero a hacerlo al mismo tiempo. Las frases "Ayúdame" o "Dime qué hago ahora" llegan siempre cuando el otro no puede atender. Unas veces porque está ocupado en otra cosa otras porque físicamente no da para más.
Cuando al fín coincides las ganas ya no son las mismas, ni las fuerzas, ni ...
Entonces, ¿qué sacamos? Porque ya va pareciendo que he venido hoy a llorar:
Motivación e ilusión.
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No solo te hace involucrarte en uno y mil proyectos que ni te hubieses planteado sino que hace que te acabe gustando.
Pero esto es contagioso, la ilusión se pega.
Viendo a alguien entregado a su trabajo te dan ganas de ayudar y, si lo haces, te darán ganas de hacer algo tú mismo.
Si además de poner ilusión pone todo el cariño que tiene en su proyecto estás perdido. No solo vas a ayudar sino que harás otras actividades relacionadas y te sobrarán ganas para preparar otras actividades sin relación. Sí, esas que querías hacer hace tiempo pero nunca encuentras el momento.
Este es mi caso. Puedo pasar unas semanas tranquilo participando en los variados proyectos en los que me apunto y, de repente, empiezan a surgir ideas a mi lado y se gesta otra bendita locura que choca contra mí y genera un retruque que me hace arrancar en otra dirección, probar cosas nuevas.
Vivir con un terremoto emocional es un peligro porque necesita que le dediques tiempo a sus ideas, pero te da unas ganas de vivir increibles. Ganas de hacer más cosas. No, no me he explicado bien. Unas fuerzas que superan las que tienes en ese momento en el que tras reunirte con tus amigos y cenar estás brindando con una copa medio llena en la mano.
Este frenesí activo solo tiene un final posible: una vehemente disparidad de opiniones.
¿Por qué dedicas tanto tiempo a eso y lo mío esperando?
Estos efectos secundarios no se pueden evitar, te has contagiado y ya no hay quien te pare haciendo otras cosas.
Solo te queda decir "Sí, cariño. Un poco más, friego los platos y te echo una mano"
Pues este es mi secreto para estar metido en muchos fregaos, mi nena.
Yo soy bastante activo pero sin ella hace mucho que me habría acomodado.
Te quiero
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