viernes, 10 de enero de 2014

¿Me gusta mi trabajo?

Una vez he vuelto al trabajo no he podido evitar ponerme un poco filosófico, es normal con un cambio tan brusco. Os situaré:
Terminé el trimestre mal de fuerzas y peor de ánimos.Tras los peores resultados en las notas (desde el punto de vista del alumno) de mi amplia carrera como "suspensor" era normal que estuviese desilusionado, ¿no?.
Acabando las vacaciones me encontré sin  ganas de volver (mal empezamos) pero, sorprendentemente, de camino al trabajo me iba animando. Me volvía a apetecer hacer pruebas, cambiar cosas, divertirme. Si yo me divierto será más fácil que lo hagan los alumnos, sin duda.

 Volviendo al plano filosófico, si no me gusta que suspendan y tampoco aprobarlos sin que se esfuercen, ¿qué cojones quiero?


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 Un alumno obtiene buenos resultados cuando aprende, cuando él sabe que ha aprendido. Es complicado pero voy consiguiendo que mis pequeños (por decir algo) no tengan solo en mente el aprobar.

También avanzo en minimizar los efectos de las notas (el papelito),"eso da igual" les digo y los intento convencer: "ayer cuando evaluamos estabas suspenso y hoy ya has recuperado o subido nota".

Regresando a mi momento metafísico debo avanzar en el conocimiento de qué es lo que me gusta. Este autoconocimiento es lo único que me ayudará a disfrutar en clase.

Me gusta:

http://www.matesymas.es/jm/humor/clase2.jpg
Engañar a los alumnos para que se acostumbren a trabajar.

Acercarles sus metas para que se esfuercen más... y volver a alejárselas cuando están llegando.

Dejarlos que decidan, compartir con ellos lo que es importante de un tema y lo que no (con derecho a veto, por supuesto) o variar la dirección de una clase hacia donde ellos quieren.

Convencerlos de que pueden hacer más y eso es motivo suficiente para hacerlo. Utópico, si, pero alguna vez lo conseguiré con alguien, de momento solo lo aceptan como razonamiento válido.

Pero lo más importante, lo que quiero, lo que me gusta es aprender. La clave no es enseñar, es aprender.
Una persona que no aprende no pude enseñar, a no ser que siempre diga lo mismo.

Y todo esto viene a cuento por leer un artículo de Pere Estupinya: Rascar donde no pica:

"...uno de los principales errores de los científicos comunicadores: insisten en querer explicar lo que para ellos es importante, creyendo que eso es lo importante para el público. No asumen que la ciencia no es suya, y que ellos no son quienes deciden qué es importante saber y qué no. Demasiada alma de profesores"

Pues sí, los profesores no tenemos la verdad, solo tenemos conocimientos más o menos irrefutables que compartimos.

La enseñanza no es un unidireccional. La enseñanza es una interacción. Hay una acción y una reacción del receptor. Hay un efecto en el que recibe la información y debe haber un contraefecto en el que la da. La reacción es la que debe orientarte para siguiente interacción, es la que me hace aprender con y de ellos.
Sin considerar la educación como una interacción fundamental no pasaremos del arquetipo expuesto en el artículo.
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En conclusión: no me gusta enseñar, me gustar estar ahí mostrando el camino y recorriéndolo con ellos, aprender juntos.




Aprovecho para agradecer a los amigos Tertulias de Ciencia el normalizar estas reflexiones, sin aquellos cometarios en torno a Oliver seguramente estas ideas no hubiesen salido a la luz y habrían perecido ahogadas en cerveza. Ya mismo empezamos con el segundo libro "Una breve historia de casi todo"


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